Algunos coaches son demasiado ruidosos, no sólo con la voz o en decibelios, sino emocionalmente necesitados, absorbentes, ansiando que el cliente prospere. Entran en competición con el cliente por el espacio y la energía durante la sesión de coaching. Estos coaches experimentan frecuentes pérdidas de clientes.
La solución es dejar que el cliente sea como es y disfrutarle como tal y no utilizar al cliente
para validar tus propias expectativas.
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